domingo, 11 de septiembre de 2011

Los túneles de Guanajuato - México

Fue en septiembre del 2001, cuando estuve en México, y entre las ciudades que visité en aquel viaje, Guanajuato es una de las que recuerdo especialmente.


Y eso se debe a dos cosas:
  • A la hermosura de aquella ciudad, y por la que me encantó pasear por sus túneles.
  • Al atentado del 11 de septiembre, en el que dos aviones se estrellaron contra las torres gemelas del World Trade Center (atentado que tuve la suerte-desgracia de ver en directo, mientras desayunaba en el hotel en que me alojaba en aquella ciudad). Lo que meses después ocurrió, ya es historia, y podemos resumirlo diciendo que el Presidente Bush (hijo), en parte acertó, y en parte se equivocó.

Ahora que hacen 10 años de todo aquello, creo que está bien publicar este post, pero fundamentalmente, para recordar la estancia en Guanajuato, donde me encantaba pasear por aquellos túneles, originalmente construidos en el siglo XIX, para ser usados como canales subterráneos, que encauzasen el agua procedente de las montañas, en época de lluvia, y evitar inundaciones en la ciudad, y que actualmente son utilizados como rondas para los coches, descongestionando así, el tráfico en la superficie, y permitiendo a los viajeros que visitan la ciudad, aflorar en barrios desconocidos, donde, al menos yo, de cara a reorientarme, lo primero que hacía, era entrar en un bar, pedir una “Negra Modelo”, la cual, indefectiblemente, venía acompañada de una deliciosa y abundante "tapa" (con dos y dos cervezas Modelo, ya habías comido), y aprovechar para preguntar al amable cantinero, que se deshacía en explicaciones, acerca de mi ubicación en la ciudad, y por donde debía ir, para llegar hasta el lugar requerido.

¡ Preciosa ciudad Guanajuato !

Y, bueno, a lo largo de este decenio que comenzó en el 2001, también me ocurrieron más cosas, que también son historia, pero otro tipo de historia. Mi historia. Y no sé porqué, me viene a la cabeza, aquella frase que para terminar una conversación, el gran escritor Eduardo Mendoza, pone en boca del protagonista de la novela El laberinto de las aceitunas: "la vida se encargó de separarnos".