El pasado fin de semana recordé que hacía 25 años que fui de vacaciones a Grecia. Y esto lo recordé al leer en una de esas revistas que acompañan a los periódicos en fin de semana un artículo de Ymelda Navajo titulado El Libro que trastornó mi verano: Los mitos Griegos.
Pues bien, en julio de 1993 (por entonces aún no había descubierto el placer de viajar en septiembre), es decir dos años antes que la Sra. Navajo, fui dos semanas y media de vacaciones a ese país.
Los tres primeros días los
pasé en Atenas, y las dos semanas siguientes en la isla de Creta, llevando en la maleta los libros de Los Mitos Griegos del escritor Robert Graves (tal y como luego ella hizo en su viaje), una novela de misterio y romance de la autora británica Mary Stewart, titulada Las Hilanderas de la Luna cuya trama transcurre en la isla de Creta, y la Guía del Trotamundos (edición 1992-1993).
Y desde Atenas y en avión fui a la isla de Creta.
Tras aterrizar en Heraclión (capital de la isla de Creta), en el mismo aeropuerto recogí el coche de alquiler que tenía reservado, y marché por la autovía del norte de la isla hasta su extremo oriental, concretamente a la ciudad de Sitía, donde permanecí la primera semana haciendo excursiones por los alrededores.
Al cabo de una semana y nuevamente por la autovía que recorre el norte de la isla, fui a Chaniá, en el extremo occidental, y allí me alojé la segunda semana, dedicándome nuevamente a hacer excursiones por los alrededores.
Días que recuerdo de aquel viaje. Antes que nada he decir que es una gran verdad aquel antiguo slogan de promoción del turismo en Grecia: "Los dioses pudieron haber elegido cualquier lugar en el mundo, pero eligieron Grecia".
Y es que todos aquellos días estuvieron muy bien, pero los días que recuerdo especialmente fueron:
<>En Atenas el día que fui a visitar el maravilloso museo arquelógico, y tras eso a comer a un restaurante llamado Dafni, ubicado en el nº 65 de la calle Ioulianou, cerca de la parada de Metro Victoria, y que aquella Guía del Trotamundos de 1992-93 recomendaba como un auténtico restaurante griego y para los griegos (es decir, nada de restaurante para turistas).
¡Cuánta razón que tenían los de la Guía del Trotamundos! Deliciosa comida griega en un gran patio cubierto parcialmente por un emparrado.
Desgraciadamente ese restaurante ya no existe, y donde estaba hay en la actualidad un solar dedicado a aparcamiento de automóviles.
<>En Creta el día en que decidí hacer la excursión en coche desde Chaniá (donde estaba alojado) hasta Sougia.
Google Maps indica que el recorrido es de 60 Km. y que puede hacerse en una hora y media aproximadamente.
Pues bien, teniendo en cuenta que en 1993 ni Internet, ni Google, ni los GPS existían, y de hecho, ni se sospechaba aún que años más tarde terminarían existiendo, tengo anotado que fueron más de tres horas de coche, pues en innumerables ocasiones me perdí en aquellas carreteras mal asfaltadas (a tramos incluso sin asfaltar) y peor señalizadas ¡en Griego! del interior de la isla, cosa que dificultaba mucho localizar el pueblo o la aldea a la que había llegado, pues mi mapa de carreteras estaba en Inglés.
¡Uuff! ¡Que aventura la de aquel día conduciendo por aquellas carretera-caminos, atravesando pequeñas aldeas de casas con olivos, cabras y ancianos que descansaban a la sombra de emparrados y con los que trataba de entenderme mostrándoles en mi mapa la población de Sougia, para que me indicasen por dónde debía continuar el viaje!
Y cuando finalmente llegué hasta allí... ¡qué delicioso pescado a la brasa acompañado de un vino retsina blanco frío (para celebrar que había conseguido llegar) que tomé frente al mar, en un restaurante de la playa de Sougia!
(estos detalles los anoté en las últimas páginas de aquella guía del Trotamundos, la cual utilicé como diario de aquel viaje)
Alguna vez he pensado en volver a Creta, pero la experiencia me ha demostrado que no es buena idea volver a sitios en los que uno disfrutó cuando estuvo hace muchos años, sobre todo si aquel viaje fue antes de que se popularizasen los vuelos Low Cost, pues estos han hecho que ciertos destinos de vacaciones se masifiquen. Sirvan de ejemplo este par de libros de viajes:
- Mil viajes a Ítaca de Ana Capsir. La autora nos cuenta sus viajes en velero por Grecia durante 25 años, y en sus relatos vemos lo que han cambiado ciertas islas, especialmente las más masificadas por el turismo.
- Grecia Viaje de otoño de Xavier Moret. El autor nos cuenta su recorrido por diversas zonas de Grecia en otoño, cuando ya la mayoría del turismo europeo ha vuelto a sus países de orígen, y los propietarios se preparan para cerrar sus negocios hasta la siguiente temporada estival.