martes, 24 de junio de 2008

No siempre son tristes las despedidas.

Es lo que tiene viajar: que conoces gente.

Y hay ocasiones en las que resulta una gozada conocerla, y, posteriormente, una tristeza el separarse.
Otras ... ni fú ni fá.
Finalmente, otras en que no ves el momento de perderla de vista, respirar hondo, y exclamar ¡Al fín!, cuando os separéis definitivamente.


Pues bien, el último viaje en el que no veía cuando llegaría ese momento, y exclamaría ¡Al fin!, tuve la suerte de que en la isla en la que completábamos aquel viaje, yo tenía previsto hacer unas inmersiones en el océano que la rodeaba, por lo cual, y por respetar el plazo de descompresión, las estancias (de playa y ciudad) en ella, las hice en órden inverso respecto de cómo las hacia el resto del grupo (en mi caso, primero playa y luego ciudad).

Creo que, en parte, fue por eso que la estancia en aquella isla me pareció maravillosa.

Como decía antes, es lo que tiene viajar: que conoces gente.

No hay comentarios: